sábado, 9 de agosto de 2014

Aprender a Competir Patricia Ramirez

Para Aprender a Competir
1.-Has de estar segura que se puede Aprender
2.- Es Importante saber lo que te gusta lo que te apasiona
3.-Busca superarte
4.-Disfruta de tu entreno
5.-Olvídate del resultado
6.-Prepárate
7.-Rodeate de los que te apoyan ayudan y animan
8.-Se muy positiva
10.-Tendrás que poner PASIÓN en todo lo que hagas
11.-Busca SOLUCIONES
12.-Mejora tus ESQUEMAS MENTALES.
13.-Céntrate en lo que DEPENDE de TI.
14.-Fuerza de Voluntad
15.-Rutinas de campeona



En el deporte de alto rendimiento no basta con superarte a ti mismo, necesitas superar al rival. Uno viene a ganar, a crecerse y ser mejor que sus rivales.  Muchos psicólogos nos inculcan el valor de disfrutar de lo que hacemos, y cierto es. Tenemos que disfrutar, recrearnos en el entrenamiento y en la competición, pero no nos engañemos. Competir implica sufrir, sacar fuerzas donde no las hay, ser mentalmente como un robot, programado para ganar. Si no acusas el esfuerzo, sientes cansancio hasta la extenuación, seguramente no estás dando lo mejor de ti mismo.
Hay grandes talentos que podrían llegar a ser grandes deportistas y competidores, tanto por su fisionomía como por su talento deportivo. Pero les falla la capacidad de sufrir. Trabajar al límite conlleva sensaciones físicas que a veces son muy desagradables, desde la respiración agitada, las pulsaciones, dolor, calambres, etc. Y la capacidad para sobreponerse ante estas situaciones, diferencia al que es ganador del que se queda justito y a medio camino. Para mí existen tres grupos de deportistas:
  1. Los que están hechos de otra pasta y son capaces por motu propio de aguantar este nivel de exigencia.
  2. Los que tienen problemas para aguantar la presión, las exigencias de la competición, pero sienten la necesidad de crecer y aprender recursos para superar las situaciones de tensión y competición. Quieren y tienen interés en aprender cómo superarse y llegar al máximo nivel.
  3. Los que no aguantan la presión de competir, tienen ansiedad, sufren más lesiones de lo normal y además, se autolimitan sin darse cuenta que vencer el miedo y aprender a competir no forma parte del código genético, sino que son conductas susceptibles de aprenderse.
Ambición, superarse, crecer, no contemplar la derrota, forman parte del leguaje de un ganador. El que quiere vencer necesita hablar en este idioma, ser bilingüe. Si manejamos palabras como la derrota, pérdida de fuerzas, no puedo, etc., terminaremos por caer en la famosa profecía autocumplida. Cuando en tu cerebro y tu idioma habla en estos términos que te empujan al objetivo y te dicen que no queda otro camino que darlo todo y dejarse la piel en el intento, aumentas la probabilidad de que ocurra lo deseado.
Competir al mejor nivel, ser capaz de soportar el dolor, las sensaciones negativas, tanto físicas como psicológicas, no bajar los brazos, son actitudes que se pueden aprender. Solo hay que estar dispuesto a ello. Lo mismo le ocurre  a los buenos profesionales: estudian, se esfuerzan, echan más horas que un reloj, son precavidos, analíticos, preparados. Solo así podremos realizar una actividad de forma extraordinaria. No existe el premio sin sacrificio y sin esfuerzo. En esta vida nadie te regala nada. Y este valor debemos empezar a inculcarlo a nuestros hijos y a los chicos y chicas que entrenamos. Primeo hay que plantearse dónde queremos llegar y luego conocer el camino para llegar al objetivo. Y siempre, sea el nivel en el que trabajes, tanto si eres un asesor fiscal como el que nada un 200 brazas en la olimpiada, hay que entregarse, trabajar, esforzarse, tener método, dedicación y hacer las cosas realmente bien.
No podemos recoger sin cosechar, nunca. Y si terminamos inculcando a nuestros hijos los valores de “conseguir mucho haciendo poco”, tendremos un país de gandules viviendo en la ley del mínimo esfuerzo. Y así nos irá.

martes, 5 de agosto de 2014

Lee UNIVERITY en Cleveland TENNESSEE

Lee University is a private institution that was founded in 1918. It has a total undergraduate enrollment of 4,565, its setting is urban, and the campus size is 120 acres. It utilizes a semester-based academic calendar. Lee University's ranking in the 2014 edition of Best Colleges is Regional Universities (South), 51. Its tuition and fees are $13,750 (2013-14).
Located in the foothills of the Appalachian Mountains, Lee University is a private institution in Cleveland, Tenn. Students at Lee University can choose from a few master’s programs and many undergraduate programs in arts and sciences, education, music, religion, and professional studies. Lee University is a Christian school, and all students must build their curriculum on a core of religion classes. This required core of classes adds up to 18 credit hours, which means each Lee graduate receives a minor in religion.

domingo, 8 de septiembre de 2013

El DEPORTE AYUDA A DISFRUTAR LA VIDA DE MANERA INTENSA


Como Vencer la Ansiedad Rosario Velasco

Seguro que lo haré mal… Me tengo que relajar. Y encima este dolor de barriga. Uf, ya son las cuatro de la mañana. No dormiré nada y la reunión irá fatal. ¿Y si me tomo otra pastilla? No saldrá bien… No saldrá bien…”.
Pensamientos negativos, preocupación constante, problemas para dormir, dolor psíquico y físico… La tortura de la ansiedad. Según el estudio epidemiológico sobre trastornos mentales ESEM-eD-España, el 9,3% de los españoles sufrirá algún trastorno de ansiedad a lo largo de su existencia. Se trata del grupo de patologías mentales más frecuente tras la depresión.
La ansiedad es una emoción muy útil, hasta cierto punto. Ante una amenaza, alerta al individuo para la lucha o la huida. El problema es si la alarma se activa sin ningún peligro en el horizonte o resulta excesiva. “Hay muchas personas que están casi siempre ansiosas”, comenta Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. Viven atrapadas por el miedo. Entonces, la ansiedad ya no es una reacción útil, sino un penoso estilo de vida. Como explica Vicente Caballo, profesor de Psicología de la Universidad de Granada, “la ansiedad se convierte en patológica cuando es exagerada con relación al estímulo que la desencadena e interfiere negativamente en la vida de la persona”.
Los expertos aún no saben por qué un porcentaje tan elevado de personas viven angustiadas. ¿Tendrán la culpa algunos genes traviesos?, ¿traumas de la infancia?, ¿esta sociedad tan acelerada, posmoderna e incierta? “Seguramente, interaccionan factores biológicos, psicológicos y sociales”, apunta Francisco Ferre, jefe de servicio de psiquiatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. Por un lado, algo de mala suerte en la lotería genética. “Hay bebés más irritables. Quizás tengan más vulnerabilidad biológica a la ansiedad”, considera Vicente Caballo. Además, el maltrato físico o psicológico en la infancia aumenta el riesgo de ser un adulto ansioso. Y los hijos de personas ansiosas tienen más probabilidades de serlo.
Un dato curioso: en Estados Unidos se da el doble de casos de ansiedad patológica que en España. ¿Andan los genes más averiados o abundan las infancias desgraciadas en la tierra del Tío Sam? “La clave es que los trastornos de ansiedad están muy relacionados con el tipo de sociedad en que vivimos”, afirma Antonio Cano. Qué le vamos a contar: la hipoteca, las prisas, un futuro laboral cada vez más neblinoso… Las reglas del juego del capitalismo made in USA. Asimismo, explicaFrancisco Ferre, “la vida se ha acelerado y afrontamos multitud de situaciones de microestrés: el autobús que no llega, la mala cara de un compañero del trabajo… Todo eso nos impregna”.
Y, por si fuera poco, llegó la crisis. Como aseguran algunos estudios, con ella están aumentando los casos de ansiedad, depresión y abuso de alcohol en España. Así lo indica, por ejemplo, una investigación publicada en el 2012 en el European Journal of Public Health. Además, según la última encuesta sobre alcohol y drogas del Ministerio de Sanidad, los españoles abren el botiquín con más facilidad que antes de la crisis para combatir su desazón y sus noches en vela. El consumo de hipnosedantes (tranquilizantes y somníferos) ha pasado del 5,1% en el 2005 al 11,4% en el 2011.

A la vista del panorama actual, no es de extrañar que una de las patologías de la ansiedad más habituales sea el trastorno de ansiedad generalizada. Quien lo sufre vive encadenado a una preocupación y angustia excesivas. Cualquier contratiempo, por pequeño que sea, dispara su angustia. Aunque hay otros trastornos de ansiedad, como las fobias específicas (a los espacios abiertos, a las cucarachas…), la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo (las compulsiones son rituales con los que se intenta calmar la ansiedad, como lavarse las manos decenas de veces al día por miedo a contaminarse) o el trastorno de angustia. Este último quizás sea una de las manifestaciones más salvajes de la ansiedad, pues consiste en ataques de pánico que se repiten con frecuencia. Durante un ataque, el corazón se desboca, cuesta respirar, la mente se paraliza… Una pesadilla que dura entre 10 y 20 minutos y lleva a muchas personas a urgencias, convencidas de que están al borde la muerte. Aunque, simplemente, es un ataque de ansiedad.
Pero la ansiedad no es algo tan simple. “Hasta no hace mucho, se consideraba un problema de amas de casa”, apunta Vicente Caballo. Un estar de los nervios, un achaque psicológico menor, algo propio de personas incapaces de enfrentarse a la vida. Pero puede ser agotadora, causar mucho dolor y restar calidad de vida. “No hay que banalizarla”, añade este psicólogo.
Por un lado, la ansiedad secuestra la mente. “Las personas ansiosas dan muchas vueltas a las cosas, son poco flexibles y perfeccionistas y siempre esperan lo peor”, afirma Antonio Cano. “Y entre el 40% y el 60% de ellas tienen depresión”, señala Francisco Ferre. En muchos casos, la depresión es una consecuencia de las limitaciones vitales que genera el trastorno de ansiedad.
Porque la ansiedad secuestra a la voluntad y el comportamiento. “Uno evita lo que teme –explica Vicente Caballo–. Por eso, quienes tienen miedo a los espacios abiertos no quieren salir de casa, o quienes sufren fobia social evitan relacionarse y tienen muchos problemas para encontrar trabajo o pareja”. O comen compulsivamente o fuman treinta cigarrillos al día o se exceden con los tranquilizantes o abusan del alcohol. Entre las personas que beben, la patología psicológica más frecuente es la ansiedad.
Un intento de regatear, a cualquier precio, la angustia y el malestar físico. Porque la ansiedad también secuestra al cuerpo. Se anuncia una tanda de despidos masivos en la empresa o el niño se ha puesto a cuarenta de fiebre, y el cerebro ordena segregar hormonas como la adrenalina o el cortisol y acelerar la frecuencia cardiaca o la respiración. Así reacciona el organismo ante la ansiedad. Pero, tras la tormenta, llega la calma. El problema de las personas con un trastorno de ansiedad es que viven en un tsunami casi continuo. En ellas, los mecanismos cerebrales de la ansiedad se activan con más intensidad y durante más tiempo, lo que castiga al organismo y debilita el sistema inmunitario, encargado de protegernos de un buen número de enfermedades. Un estudio del Instituto de Atención Psiquiátrica del hospital del Mar de Barcelona asegura que las personas ansiosas tienen un riesgo seis veces mayor de padecer cefaleas o alergias, tres veces mayor de presentar problemas cardiacos y dos veces mayor de sufrir hipertensión.

“Es frecuente somatizar –comenta Antonio Cano–. El 15% de las personas que van al médico de familia tiene ansiedad y trastornos somáticos”. La angustia es excesiva, y el cuerpo protesta. Como señala Francisco Ferre, “hay problemas físicos que en muchos casos están causados por la ansiedad, como el dolor de cabeza por tensión cervical, el dolor muscular, los mareos, la gastritis, el síndrome del colon irritable, la caída del cabello o los problemas de la piel como la psoriasis o los eccemas”. Es un círculo vicioso. Me duele la espalda, me pican los brazos y el cuello, me cuesta trabajar, no dejo de rascarme, estoy más nervioso, los músculos se tensan, me duele más la espalda y me pican más los brazos y el cuello… No hay que olvidar que los problemas físicos también causan ansiedad. Las personas con enfermedades físicas crónicas, como la diabetes o el dolor de espalda, tienen entre tres y cuatro veces más riesgo de sufrir ansiedad o depresión. “Y hay patologías que no están causadas por la ansiedad pero pueden verse agravadas por esta, como la hipertensión, el asma o las enfermedades cardiovasculares”, agrega Francisco Ferre.

Precisamente, los achaques físicos son la principal causa de que las personas ansiosas acudan a la consulta. “Muchas no saben que tienen ansiedad –asegura Magda Miralles, médica y miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria–. Vienen porque les duele la espalda, y se lo solucionas. Luego les duele el estómago, y se lo solucionas. Y luego tienen problemas en la piel. Sospechas que pasa algo más, y ves que tienen mucha ansiedad”.
En el peor de los casos, arrastran su angustia y sus dolores durante años sin recibir tratamiento. “Entre el 20% y el 30% de las personas con un trastorno de ansiedad no están tratadas –apunta Magda Miralles–. En parte, porque los médicos no nos damos cuenta de que sufren ansiedad y porque hay personas que no saben abrirse emocionalmente. Pero el gran problema es que falta información. Le dices a alguien que su malestar físico se debe a la ansiedad, y te dice que no puede ser. O no entiende que el tratamiento farmacológico más adecuado son los antidepresivos, que calman la ansiedad. Hasta hace poco, se daban tranquilizantes, pero estos pueden causar adicción y perpetúan la ansiedad. Así que el paciente te dice que no está deprimido y no toma la medicación”.
Los médicos de atención primaria están en primera línea en el combate contra la ansiedad. Una de cada cuatro personas que va a su médico de familia tiene un trastorno ansioso. “Sólo los casos más graves se derivan al psiquiatra, aunque también derivamos al psicólogo a los pacientes que se pueden beneficiar de un tratamiento psicológico”, añade esta médica de familia.

Pero no hay psicólogos suficientes en la sanidad pública. En el 2013, sólo se han ofertado 128 plazas para ellos en toda España. A pesar de que los médicos de familia apenas tienen cinco minutos para sus pacientes y de que la terapia psicológica, combinada con las pastillas en momentos de crisis o en pacientes graves, es la más eficaz. Porque la ansiedad no tiene que ser una condena de por vida. “La terapia psicológica ayuda a gestionar los pensamientos negativos y a relajarse. Suele durar entre 12 y 24 sesiones, aunque depende del caso. Y los efectos beneficiosos se mantienen en el tiempo”, señala Antonio Cano.

La ansiedad forma parte de la vida, como la tristeza o el paso del tiempo. La cuestión es saber manejarla para no vivir secuestrados por ella. “Se pueden adoptar hábitos para gestionarla –aconseja Antonio Cano–. Ejercicio físico regular, buena alimentación, evitar las bebidas estimulantes y el alcohol y seguir unos horarios regulares para dormir. Y, sobre todo, hay que entrenarse a cambiar los pensamientos negativos. La vida está llena de dificultades, pero casi todo se puede arreglar”. Aunque parece más fácil decirlo que hacerlo. “Si uno se toma estos consejos como un hábito, si se entrena, es posible”.

Supermujeres…hasta que no pueden más
Los hombres cada vez tienen menos alergia a entrar en la cocina o cambiar pañales, pero las mujeres siguen dedicando más tiempo a los quehaceres domésticos, la crianza de los hijos o el cuidado de las personas dependientes de la familia. Según el Instituto Nacional de Estadística, ellas dedican 2 horas y 13 minutos más que los hombres cada día a las tareas del hogar. Prácticamente el doble de mujeres que de hombres se encargan de cuidar a sus familiares dependientes. A esa labor añaden su correspondiente y muchas veces frenética jornada laboral. Y todo ello, con buena cara, por supuesto. “Se les pide que sean supermujeres –comenta Francisco Ferre–. Y les causa ansiedad. Es algo que los profesionales de la salud mental vemos con frecuencia”. Esta situación explica, en buena parte, que las mujeres tengan el doble de riesgo que los hombres de sufrir un trastorno de ansiedad y que consuman el doble de hipnosedantes. Aparte de que ellas tienen menos reticencia a decir al médico o al psicólogo que no pueden más, que tienen los nervios a flor de piel, que necesitan ayuda. “Tienen más capacidad para expresar emociones y asumir que sufren ansiedad”. 


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Las Endorfinas nos Reportan Felicidad

Las endorfinas, drogas del bienestar
Las endorfinas son sustancias naturales sintetizadas por el cerebro que, entre otras cosas, alivian el dolor como sólo pueden hacerlo los opiáceos que incluyen a la morfina, la heroína y la codeína.   Sin embargo, las endorfinas no tienen los efectos secundarios que acarrean las drogas al sistema nervioso.

Tal vez tengas algún amigo que no sale del gimnasio o que no puede dejar pasar un solo día sin ir a correr; después de todo, es común que la gente experimente cierta plenitud después de hacer ejercicio. 

Si la palabra droga significa en su sentido más amplio cualquier sustancia o actividad que modifique el temperamento y cause dependencia física y psíquica, cabe preguntarse si una persona que quiere hacer ejercicio todo el tiempo, que está de mal humor si no lo hace, o que afirma sentirse “liberado” después de hacer ejercicio pesado, se está “drogando” con la actividad física. 

Un gran número de estudios muestran que el ejercicio vigoroso puede desencadenar (como afirman los que lo practican) sensaciones de felicidad, tranquilidad, euforia y creatividad.  Estas sensaciones pueden durar desde unos cuantos minutos hasta varias horas después de haber realizado actividades físicas pesadas.  ¿Qué es lo que causa estas respuestas cuando se hace ejercicio? 

A pesar de que los estudios científicos se muestran cautelosos para brindar una explicación, desde hace tiempo se sabe quecuando se realizan actividades físicas fuertes el cerebro produce una gran cantidad de sustancias llamadas endorfinas.  El Dr. Daniel Carr, del Massachussets General Hospital, registró un aumento significativo en la liberación de endorfinas en grupos de corredores voluntarios y profesionales cuando corrían durante tiempos prolongados.

La principal acción de las endorfinas es bloquear los detectores del dolor en el cerebro.  Las zonas del cerebro implicadas en la liberación de endorfinas para producir analgesia se encuentran en el encéfalo y el mesencéfalo.  Cuando nos damos un golpe sentimos dolor en el momento mismo, pero al cabo de unos segundos generalmente éste desaparece o se atenúa. Podemos decir que el cuerpo ha reaccionado al dolor sintetizando las endorfinas necesarias para atenuarlo.

El dolor que dura un breve periodo nos brinda una señal de vital importancia, debido a que puede estar indicando que biológicamente algo funciona en forma inadecuada en nuestro cuerpo.  Sin embargo, un dolor crónico o de duración prolongada es algo de lo que todos  queremos escapar.  Según un reconocido atleta de alto rendimiento, “el dolor duele: eso es lo que significa la palabra”.

Curiosamente, las endorfinas tienen una estrecha relación con la liberación de ACTH, una de las hormonas que se liberan durante el estrés.  En 1977 los doctores Roger Guillermin y Floyd Bloom del Instituto Salk establecieron que la  ACTHy un tipo de endorfina, la beta-endorfina, se originan a partir de la misma proteína, llamada POMC.  Ambas sustancias tienen un comportamiento cíclico durante las 24 horas, en las que su liberación aumenta o disminuye dependiendo de la hora del día o las necesidades a las está expuesto el organismo.

Dentro del cerebro, las endorfinas buscan unirse a los receptores que están en las neuronas para transmitir sus mensajes químicos.  Como resultados de la activación por el estrés o el dolor, las endorfinas se liberan y al unirse con los receptores producen efectos de euforia, depresión respiratoria, reducción de la movilidad gastrointestinal y analgesia. 

Los receptores, sin embargo, también responden al contacto con los opiáceos, es decir, las drogas derivadas de la amapola y del opio, como es el caso este último, la morfina, la heroína y la codeína.  La administración externa de morfina y heroína como calmantes del dolor para los heridos de guerra generó una dependencia absoluta por parte de los pacientes. 

Los efectos adictivos de los opiáceos llamaron la atención de los investigadores, pues antes de conocer la existencia de las endorfinas no era fácil explicar por qué una droga tenía un receptor en nuestro cerebro que, aparentemente, estaba diseñado para recibirla a la perfección. 

¿Cómo ocurre la dependencia?  Las drogas derivadas del opio comparten muchas similitudes bioquímicas con las endorfinas.  Para diferenciar un grupo de otro, a las drogas se les llama opiáceos y a las endorfinas se les denomina opioides.  Ahora sabemos que los receptores de las endorfinas aceptan la unión con los opiáceos dada su similitud molecular. Así, cuando los receptores en el cerebro obtienen la droga de manera externa disminuye la síntesis de endorfinas. 

Al aceptar las moléculas de las drogas, los receptores bloquean la posibilidad de unión con las endorfinas naturales.  Las drogas actúan y generan, (cuando menos al principio) una sensación de bienestar.  Por esto, el cerebro no acepta fácilmente que la droga se le retire.  Se ha creado una dependencia en la el organismo necesita las sensaciones de analgesia y euforia, pero ya no puede producirlas en el propio cerebro; al menos, no en las cantidades en las que se le administraba los opiáceos.

Un poco de historia

Desde la más remota antigüedad el hombre utiliza todo tipo de métodos para intentar aliviar el dolor, desde los amuletos hasta los principios activos de las plantas medicinales.  Sin embargo, una vez que se descubrieron ciertas drogas, concretamente las derivadas de opio, éstas han sido las preferencias en la lucha contra el dolor debido a su efectividad.  Ya en el año 1500 a. C. los egipcios describieron las cualidades medicinales del opio extraído  de la amapola; en Grecia el opio se mezclaba con vino y la poción se repartía entre los ejércitos para aliviar el dolor y hacer olvidar las penas a los soldados. 

El uso del opio en China, y posteriormente en Inglaterra, dejó entrever que el consumo de este tipo de productos trae dos problemas graves: la adicción  y los efectos secundarios.  Con todo, en la actualidad los derivados del opio siguen siendo las sustancias más efectivas para combatir el dolor.

En 1972, Huda Akil de la Universidad de California, en los Ángeles, descubrió que estimulando eléctricamente ciertas zonas del cerebro de la rata se producía un efecto analgésico en el animal.  Este afecto era neutralizado con la Naxalona, una sustancia que revierte también los efectos analgésicos de la morfina.  Tal hallazgo parecía mostrar la existencia, ya intuida, de un producto o productos con características semejantes a las de los opiáceos como la morfina, pero sintetizados por el organismo animal.  Es decir, era como haber encontrado una especie de morfina interna, capaz de actuar sobre el organismo que la había sintetizado.

En 1975 John Hughes, de Aberdeen, Escocia, logró aislar del cerebro del cerdo dos sustancias que poseían prácticamente la misma actividad opiácea que la morfina, a las que denominó Leucín-encefalina y Metionín-encefalina.  En un principio se creyó que las encefalinas iban a sustituir rápidamente el uso del opio y sus derivados, pero pronto se descubrió que la duración de su efecto era mucho menor que la de los opiáceos clásicos.

En las membranas neuronales existen unos receptores específicos en los que se fijan las encefalinas.  Al fijarse en estos receptores, las encefalinas ocasionan que el impulso nervioso transmitido sufra una disminución; por ello que funcionan bloqueando el dolor, ya que impiden la llegada al cerebro de los mensajes del “dolor” que provienen de las diversas partes del cuerpo.

A mediados de los años 60, Choh Li de la Universidad de California en Berkeley, aisló una hormona a la llamó B-lipotropina, y registró que una porción de ésta tenía propiedades analgésicas.  Pronto el mismo grupo de trabajo de Hughes, del que antes hablamos, reconoció que la secuencia de péptidos de la encefalina estaba contenida precisamente en la B-lipotropina de Li.  Fue el propio Hughes quien dio el nombre de endorfinas  a estos péptidos semejantes a la morfina.  Por cierto, el nombre significa “morfina interna”.

El hallazgo de las endorfinas y los receptores de los opiáceos han llevado emocionantes descubrimientos en las neurociencias y generado un nuevo interés en el funcionamiento del cerebro y la conducta humana.

A pesar de que se sabe cómo funcionan químicamente las endorfinas, su papel en los procesos fisiológicos no está completamente entendido, pero aun así  no dejan de llamar la atención las posibles relaciones entre las endorfinas y una sensación de bienestar o felicidad, justamente lo que algunas personas buscan en las drogas.

¿Forzando cerraduras?

Los estudiosos de los efectos de las drogas opinan que éstas tienen la capacidad de generar respuestas tan dramáticas en nuestro cuerpo porque estamos preparados para reaccionar a ellas, es decir, de forma natural contamos con receptores tanto para las endorfinas como para sustancias bioquímicamente similares.

Algunos investigadores han propuesto modelos para explicar cómo actúan las drogas en nuestro organismo en relación con las endorfinas.  Uno de estos modelos propone que el mecanismo de acción de las drogas puede equipararse a una puerta cuya cerradura puede ser abierta por una llave que embona perfectamente (las endorfinas) o por una llave muy parecida (las drogas).  El uso de estas últimas hará que se dañe el mecanismo de la cerradura hasta que la puerta quede abierta para siempre.  La puerta cerrada con la llave correcta bloquearía el paso del dolor hacia el cerebro; en cambio, la puerta que ha sido forzada varias veces con la llave incorrecta poco a poco dejaría pasar el dolor indiscriminadamente.  Así, se requeriría de un mecanismo sucedáneo (el uso creciente de las drogas) para intentar cerrar la puerta.

Pues bien, al administrar algunas drogas un cierto número de veces no sólo se destruye la cerradura, sino que también se inhibe la fabricación natural de endorfinas.  El caso más patente es el de la heroína.  Al consumirla, el heroinómano intenta producir desde fuera lo que su organismo debería hacer por dentro.   Efectivamente, vive las primeras veces una sensación de euforia y relajamiento, pues debido a la droga se ha desconectado momentáneamente con aquello que le produce estrés.  Pero esto ocurre únicamente con las primeras dosis, en las que está forzando “la cerradura”. 

Lo terrible del caso anterior (además de la intoxicación y los efectos secundarios que producen) es que la capacidad del cuerpo para segregar y detectar endorfinas va disminuyendo, con lo cual el drogadicto se encuentra cada vez más desprotegido contra el dolor  y el estrés.  A partir de cierto momento, el individuo no usa la droga en busca de esa primera sensación de bienestar o felicidad, sino simplemente para no sufrir.

Además de las llamadas drogas “duras”, otro tipo de estimulantes o relajantes como las llamadas “drogas autorizadas” , entre las que están el alcohol y el tabaco, ejercen efectos nocivos sobre nuestro organismo.

El alcohol produce una reacción de calma y relajación.   Cuando se descubrieron las endorfinas se pensó que la absorción del alcohol podía estimular su liberación.  En realidad sucede lo contrario: la utilización continua del alcohol anula la capacidad del cuerpo para mantener un flujo correcto de endorfinas.  El alcohol es un mero sustituto, pero muy peligroso.  Sin duda nos ayuda en un inicio a liberarnos de nuestras inhibiciones, pero a la larga estropearemos la cerradura  y evitaremos la fabricación de endorfinas.  Después requeriremos del alcohol para evitar el dolor del cuerpo que ya no podrá ser paliado internamente.

Algunos expertos en curar adicciones han llegado a pensar que lo único que puede llevar realmente a abandonar la adicción es buscar un aumento en los niveles naturales de endorfinas.  Pero las endorfinas no se pueden administrar desde fuera.  Es nuestro propio organismo el que las generará desde adentro, siempre y cuando le ayudemos a encontrar las condiciones propicias para hacerlo.

Elevar el nivel interno de endorfinas

Aunque no se tiene una idea clara de cómo hacerlo, parece ser que el ejercicio vigoroso, aun por periodos cortos, puede hacer que se eleven los niveles sanguíneos de endorfinas por encima de lo normal, durante varias horas.  He aquí entonces la propuesta de un mecanismo para elevar nuestro nivel de “morfinas internas” sin necesidad de recurrir a las drogas que, como ya analizamos, resultan totalmente nocivas.

Hay quienes dudan de esta posibilidad y opinan que el ejercicio provoca una mejoría del estado de ánimo debido a uno de los siguientes mecanismos: el primero propone que simplemente mejora nuestro carácter como resultado de la satisfacción que alcanzamos al lograr una meta.  El segundo sugiere que el ejercicio que nos distrae del estrés diario.  En un estudio con 150 corredores se encontró que se sintieron mejor después del ejercicio los que habían puesto su atención en el paisaje que aquellos que habían pensado en sus relaciones personales.

Sin embargo, hay muchas otras actividades que nos dejan una sensación de logro o que nos distraen sin producirnos el mismo bienestar que el ejercicio, como escuchar música, comer nuestro alimento favorito, ganar un premio, etcSe ha sospechado que lo que verdaderamente nos mejora el estado de ánimo al hacer ejercicio es el aumento de la temperatura corporal, ya que este efecto ha sido notado en las personas que toman saunas sin hacer ejercicio.

Existen opiniones acerca de que no es el ejercicio en sí lo que nos hace sentir bien, sino el lugar en el que lo hagamos.  Se ha demostrado que aquellos que realizan ejercicios al aire libre experimentan una mejoría en el estado de ánimo mayor que quienes realizan ejercicios en lugares cerrados.  Esto indicaría que para incrementar la sensación de bienestar quizá no se trata tan sólo del tipo de ejercicio que se realice, sino también del lugar en que éste se lleve a cabo.

¿Qué significa todo esto? La idea de que las endorfinas son las responsables de que el ejercicio nos procure una sensación de bienestar, euforia y hasta felicidad es quizá una combinación de factores psicológicos y fisiológicos como lo muestran algunas de las pruebas anteriormente mencionadas.

Por lo pronto, tenemos una serie de evidencias que sugieren que en efecto el ejercicio mejora el estado de ánimo al grado de que algunos psiquiatras y psicólogos lo prescriben como parte del tratamiento para la depresión y la ansiedad, por cierto con excelentes resultados.

El ejercicio regula la ansiedad, relaja los músculos tensos y la respiración y altera la bioquímica del cuerpo, de manera que en general, se modifica la salud mental. Y aun si éste no fuera el efecto primordial del ejercicio, existen muchos otros procesos que se benefician con la actividad física. 

Es sabido que el estrés  y la ansiedad llevan patrones de reacciones físicas caracterizados por tensión muscular, respiración rápida y superficial, y estimulación de las glándulas suprarrenales que producen adrenalina.  Estas manifestaciones preceden a la llamada “reacción de huída”, en la que el cuerpo se prepara para actuar ante una amenaza.   Posiblemente hace millones de años, ésta era una reacción adaptativa.  A pesar de que la vida moderna no nos permite reaccionar o huir ante ciertas situaciones amenazantes, seguimos secretando adrenalina durante las situaciones  de peligro y es así como esta sustancia se acumula en el cuerpo.

La acumulación excesiva de una sustancia que se libera en condiciones de estrés afecta al organismo y, nuevamente, es el ejercicio lo que nos ayuda a liberarnos del exceso de adrenalina.

Por si fuera poco, la actividad física prepara al corazón y a los vasos sanguíneos para enfrentar el estrés de la vida diaria. Cuando se acostumbra al corazón a actuar en mayores grados de exigencia física (como sucede con el ejercicio) puede reaccionar más adecuadamente en situaciones de emergencia.

El ejercicio promueve la dilatación de la cubierta interna de los vasos sanguíneos, lo que en general mejora el flujo sanguíneo a todos los órganos del cuerpo.  También estimula la secreción de oxido nitroso en la sangre.  Cuando los tejidos requieren un aporte extra de nutrientes, el óxido nitroso desencadena una señal de dilatación de los vasos sanguíneos que es duradera, proceso que elimina además una carga extra de trabajo al corazón.

Como puedes ver la liberación de endorfinas es tan sólo uno de los beneficios físicos que obtenemos a través del ejercicio.  Ahora ya te podrás explicar mejor por qué tus amigos no salen del gimnasio e incluso tal vez alguno sea “adicto” al mismo.  Es por esto que, no obstante los beneficios que el ejercicio trae al organismo, cabe mencionar aquí que como en cualquier actividad no es recomendable el exceso y hay que considerar que existen personas “adictas” al ejercicio que insisten en repetir incansablemente sus rutinas aún a costa de su salud. 

(…)

Para tener acceso a todos los beneficios que promueve el ejercicio se recomiendan rutinas de ejercicio aeróbico como caminar, correr, nadar, y el ciclismo, que elevan sustancialmente la frecuencia cardiaca.  Sin embargo, es importante detectar que nuestra necesidad de ejercitarnos no rebase ciertos límites.  Si a todos los beneficios causados por el ejercicio constante y vigoroso añadimos la posible liberación de endorfinas, nuestra “droga interna de la felicidad”, ¡qué mejor que habituarnos cuanto antes a esta actividad sana y placentera!

“Los hombres deberían saber que del cerebro, y sólo de él, surgen nuestros placeres, alegrías, risas y bromas, así como nuestros pesares, dolores, desdichas y lágrimas.”

Hipócrates, 460-377 a. C.

Tips para detectar si haces ejercicio en exceso:

•      Insistes en ir al gimnasio, a correr, nadar, etc., a pesar de encontrarte enfermo y requerir descanso.

•      Insistes en realizar tus rutinas de ejercicio aún cuando estás lastimado y al ejercitarte puedes agravar tus lesiones.

•      No sientes tranquilidad o plenitud a menos que hayas cumplido con tu rutina diaria de ejercicios.

•      Tiendes a aumentar la rutina, pues con el tiempo necesitas más y más ejercicio para sentirte relajado.

•      Empiezas a cancelar compromisos sociales y de trabajo con tal de tener tiempo para realizar tus rutinas de ejercicio.